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Verónica Pérez Arango nació en Buenos Aires en 1976. Es Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Estudió teatro y dramaturgia. Publicó varios libros de poesía: Camping (Vox, 2010), Un dibujo del mundo (El Ojo del Mármol, 2014/ Ediciones Liliputienses, España, 2015), La vida en los techos (Colectivo semilla, 2016) y Hielo incandescente (Caleta Olivia, 2017). Algunos de sus trabajos fueron publicados en antologías, como Otros colores para nosotras (2018) o Martes Verde (2018). Trabaja como docente y coordinando talleres de lectura y escritura para jóvenes, adolescentes y adultos. Codirige, junto a Flor Defelippe, el ciclo de poesía “El bosque sutil”. Nadie duerme deverdad aquí es su último libro que saldrá en noviembre de 2021 y por el que recibió, en 2017, una Beca a la Creación del Fondo Nacional de las Artes. En 2019 el Fondo Metropolitano de las Artes y la Transformación social de Vicente López le otorgó una beca de formación para impartir el taller EL ESPEJO, sobre escrituras autobiográficas, destinado a adultxs mayores.

 

 

Selección NADIE DUERME DE VERDAD AQUÍ, Caleta Olivia, 2021

 

Me acerco para darte un beso. Tu barba es un nido que recibe mis labios como las ramas secas hacen con los gorriones. El beso no hace ruido, es parecido a un secreto que se guarda para siempre.

Muchas veces padezco una insoportable sensibilidad auditiva. En la clínica absorbo los ruidos lustrados, los pitidos intermitentes, los agudos timbres en un telón de fondo. El motor del aparato de ventilación, movimientos aislados de muebles en el piso de arriba. El impulso del ascensor que se activa con puntualidad como lo haría el quejido de un animal sagrado, pasos que se acercan y alejan con carritos transportadores de fármacos y comida encerrada en pieles de nylon.

Una boa constrictor de neoprene ajusta tu antebrazo. Inhala, exhala, ejercita la canción rítmica y negra del aliento.

En el armario del baño guardás el bolso que usaste entre los 25 y los 50 para ir al Club Villa Devoto. Algunas veces te acompañé, deambulaba solitaria por las instalaciones vacías. Nunca vi a nadie, salvo a vos y a tus amigos en la cancha de tenis, donde el sol les resaltaba las aureolas de polvo de ladrillo en la ropa blanca de algodón. Ahora que lo pienso había algo de irreal en ese club abandonado con solamente ocho o diez socios. Mientras te miraba jugar al tenis, arquear la espalda hacia atrás para pegarle a la pelotita en un saque perfecto, imaginaba que otros llegarían para usar la pileta capaz de irradiar cuerpos de bronce, la confitería señorial, la cancha de bochas, el frontón, los corredores largos y frescos con olor a cloro de la zona de los vestuarios. Hoy el bolso de cuero es una boca desencajada donde se mezclan modelos antiguos de zapatillas Topper, talco, muñequeras de toalla, chombas vetustas, suspensores agujereados y pelotitas de tenis con un dejo de perfume a pegamento.


Soy de las que esperan que los fantasmas activen los objetos y les devuelvan velocidad, destreza, éxito. Te convido Alplax. De a poco sos un colchón inflable que navega alejándose de las piedras.


Entra a la habitación una enfermera alta y morena que desenvuelve su pelo como un puñado de cintas de pana que caen al piso. Parece una diosa orillera. Te hace chistes y te molesta, lanza flechas, bromas sobre tu cuerpo que ahora es suyo: lo agarra con las pinzas de su lengua, lo amasa y lo celebra con cables e inyecciones. Te da en la boca, con una jeringa, un líquido para que puedas hacer caca. La jeringa es un minúsculo picaflor translúcido del Amazonas, el pico de aguja afilado y amargo. Después la diosa cubre tu nariz con un caparazón de nácar y te deja ahí solo y respirando, entregado a la flotación de espuma de las sábanas.

Hoy tu piel tiene un olor diferente. Huele a talco y también un poco a pis. Los domingos olía a carne asada con sal. Y por las mañanas, a colonia Colbert.

Padre sin órgano, padre purificado, padre nuestro, padre de agua, padre transparente, licuado, padre de música, de piedra, dependiente, padre sólido, catatónico, padre del miedo, de la espera, padre del hijo, carnívoro, proteico, padre lunático, mudo, fanático, fantasmático.