Paulina Vincerman (Buenos Aires, Argentina. 1944) Poeta y traductora. Mereció el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras, Premio Citta’ di Cremona, Premio Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005. Fue parcialmente traducida al inglés, italiano y alemán. Poemas extraídos de “Adelaida” (Aguacero Ediciones, 2022)
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No sé cuándo regreso, no vuelvas
a preguntar.
Escribo, es decir, mis cicatrices escriben.
Y acá, hacia el cielo transparente
puedo cantar sin que se sepa.
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Tu carta pregunta demasiado.
No, no he cambiado mucho, se acentuaron
mi vieja mudez y mi cautela.
Curo mi herida con el agua de mar
y sueño con un camino entre dramáticos olivos
(un camino dramático entre olivos).
Ya no busco señales y mi tristeza es cada vez
más dulce y mi locura incierta.
Y cuando escribo lo hago con un amor
por el mundo tan grande y terrible
como la muerte.
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Me fui detrás del Conejo blanco hace tanto, tanto tiempo.
Con mapas arrugados, con libretas tristes,
con audacia.
El mundo era callado en mi casa pequeña,
necesitaba oírlo cerca de mí.
Tocar la tierra, decirle al viento mi nombre,
salvarme y salvar a otros de la Reina Roja.
Y escribir como si fuera sobre las paredes
de una celda escuchando una música soñada.
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Te escribo—me escribo— en este lugar
de duelos y cielos amarillos.
Que nos conforma y obliga a construir
el escenario donde sobrevivir.
Estoy cansada de mi piedad y de soñar con
la nieve, como si ella fuera una patria de cobijos
(una blanca prisión).
Un animal castigado estuvo en mí antes de nacer.
Te escribo desde el Motel de la Muerte Seca,
donde el vino consume el corazón.
(El lenguaje me permite ser dramáticamente
extravagante).
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¿Qué hay en tu corazón?, me preguntó la vida.
Un sauce muy viejo a la vera del Río Castaño.
El caracol que dejé en la tumba de papá
porque amaba el mar.
(ese mar que Caravaggio no pintó).
¿Qué hay en tu corazón?
Una piedra que lastima la pared y ruega porque
todos los perdidos regresen a casa.